Lo que más sorprende la primera vez que uno escucha la música que Roger Quigley escribe intentándose explicar a sí mismo –“yo no escribo para nadie”, nos dirá, seguro de su afirmación– es la quietud y tranquilidad que desprenden tanto los arpegios de guitarra que se repiten una y otra vez como su voz profunda y reflexiva, que desgrana letras por lo general pesimistas donde el cantautor asume las culpas serenamente, sin hacer aspavientos. “Es normal que la mayoría de mi repertorio despierte esta sensación. Las canciones de At swim two birds las escribo entre la una y las dos de la madrugada, después de haber fumado mucho y haber bebido vino, que agudiza y libera mis emociones”. Esta quietud –a veces angustiante– que transmite Quigley en su música se ha visto correspondida por una respuesta igual de lenta y pausada por parte de buena parte de la prensa musical. Es cierto que a mediados de los noventa, cuando Quigley empezaba a nadar en la industria de la mano de Croissant-Neuf y Acetone tuvo una repercusión generosa en Francia. A partir del 2000, sin embargo, el proyecto más personal de Quigley –de nombre idéntico que su primer apellido– quedó en segundo plano a favor de Montgolfier Brothers, banda que comparte con el multiinstrumentista Mark Tranmer (Gnac). Después de unos cuantos Ep’s y el disco de 1998, 1969 til God knows when, Quigley renació en el 2003 con el nombre que ahora lo identifica, At swim two birds, que toma prestado el título de una novela del escritor irlandés Flann O’Brien. Buena parte de la culpa de la poca recepción de los zambullidos de Quigley es debida a la poca promoción que ha hecho desde su sello compartido a medias con Richard O’Brien, Vespertine and Son. “Suerte que en el año 2003, Rafa López de Green Ufos me propuso volver a grabar mis primeras canciones. Mi idea inicial era volver a escribir la mayoría de los temas tanto a nivel musical como letrístico, pero después de pensarlo bien llegué a la conclusión de que en mi trayectoria no ha habido evolución alguna: sigo escribiendo del mismo modo en que lo hacía hace diez años, y mis temas y obsesiones tampoco han cambiado. Por eso me he limitado a regrabar las canciones. Solamente en ‘Down by the stream’ he cambiado la letra, y han sido tan solo un par de apreciaciones cronológicas”. Returning to the scene of the crime (Green Ufos, 07) es fruto de todos estos planteamientos, y en él se incluyen piezas de difícil localización, como la primera canción que grabó Quigley, “A kind of loving” –su primera versión data de 1995, y se incluyó en el EP homónimo editado por Croissant-Neuf. “La letra es muy costumbrista, hecho por el cual la prensa inglesa bautizó mi estilo como kitchen sink drama, algo que intenta describir la vida tal como es y como pasa”. Poco tiempo después Roger descubrió que en vez de hablar de sus padres y amigos le era más fácil concentrarse en diseccionarse a sí mismo, dando una especial relevancia a los sentimientos (concretamente, los desengaños y desventuras con las mujeres). “En ‘Wine destroys the memory’ aparecen los tres grandes temas que me mantienen más ocupado: las mujeres, el vino y el tabaco”, nos dice, mientras abre una pequeña cajita con cenefas y una inscripción, Superior safety matches, que nos hace pensar erróneamente que en su interior esconde cerillas. Roger saca papel de liar y una boquilla y del bolsillo abultado de su camisa coge una pizca de tabaco. “Las mujeres más que quizá los otros dos. Aprovecho los peores momentos de una relación para dar mi versión de los hechos, y me gustaría que ellas pudieran hacer lo mismo, pero por ahora no ha sido así”. Alguien que se acaba de añadir a la entrevista sonríe comprensivamente: se trata de Sophia Lockwood, violonchelista y segundo miembro del grupo, al cual se incorporó justo al empezar la pequeña gira de At swim two birds por España y Portugal. Ella parece entender muy bien a Roger, que comenta ahora que de la poca música que escucha se queda con Antonio Carlos Jobim y Frank Sinatra. “De grupos y artistas actuales no escucho a casi nadie, porque intento que no influyan en mi manera de hacer canciones”. Recordémoslo: para Quigley es fundamental desarrollar su propio estilo, descubrir sus marcas. Volver al escenario del crimen, como ha hecho con este disco, le ha ayudado a reconocerse idéntico al cantautor que empezaba a componer a mediados de los noventa. Ahora se siente preparado para grabar nuevas canciones –que serán como las viejas, o casi. En un mundo normal, esta última frase ya sería noticia, puesto que las melodías y frases hipnóticas de Roger Quigley son, igual que el vino, las mujeres –y quizá el tabaco– indispensables para seguir viviendo.
Madchester is coming back...
Publicat a Mondosonoro (2007)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada