20.9.09

"Pequeñas sinfonías" (Entrevista amb els Air)

Fieles a su cita cada tres años, el dúo francés Air vuelve a la carga con su quinto disco de estudio, "Pocket Symphony" (Virgin, 07), que se aleja un poco del pop cristalino de "Talkie walkie" (Astralwerks, 04) pero sigue creando las atmósferas relajantes y espaciosas que flotan en las composiciones de Jean-Benoît Dunckel y Nicolas Godin.

El nuevo trabajo de los Air, "Pocket symphony", debe entenderse como el reverso –o la reacción– a los últimos proyectos en que el grupo se ha centrado en estos últimos tres años. Después de sus exitosas “Cherry blossom girl” y “Alone in Kyoto”, Dunckel empezó a trabajar en su primer disco en solitario, "Darkel" (Astralwerks, 06), que acerca la electrónica retrofuturista al pop más ortodoxo, con oficio pero sin un resultado demasiado brillante. Paralelamente a esta aventura individual, el dúo empezó a trabajar en el segundo disco en solitario de Charlotte Gainsbourg, "5: 55" (el primero fue "Charlotte for ever", y lo grabó en 1986, cuando tenía trece añitos). Hacía tiempo que la francesa quería pasar de la pantalla grande a los escenarios, y gracias a la ayuda de los Air –que compusieron toda la música– y a las habilidades letrísticas de Jarvis Cocker y Neil Hannon, que firmaron “AF607105” y “The songs that we sing” y “Beauty mark”, respectivamente, Gainsbourg consiguió uno de los discos pop más exitosos en Francia durante el año pasado. “Sorprende que el disco funcionara tan bien en nuestro país, ya que está cantado casi íntegramente en inglés”, reconoce Dunckel, a quien entrevistamos –junto con su pareja artística, Nicolas Godin– vía telefónica Barcelona-París. A nosotros nos extrañó un poco, esta sorpresa: de Talkie Walkie, también cantado en inglés, colocaron 800.000 copias, y de eso hace solamente tres años. “Todos estos proyectos paralelos nos sirvieron para conocer nuevas sensibilidades musicales e interesarnos por otras sonoridades. En cierta forma ayudaron mucho a concebir este nuevo disco, para el cual decidimos, por ejemplo, volver a incluir más canciones instrumentales que en nuestros anteriores trabajos”. ¿Se trataba, probablemente, de una respuesta lógica a desintoxicarse del formato canción del disco de Charlotte? “Sin duda. Llevábamos mucho tiempo escribiendo música que seguía una misma estructura: letra – estribillo – letra – estribillo. Ahora tocaba movernos en otras direcciones, no solamente para sentirnos mejor nosotros mismos sino también porque nuestro público necesita vernos evolucionar”. El cambio de rumbo no es, sin embargo, la única herencia –aunque sea por oposición– a "5:55". Air han reciclado para este nuevo disco a los dos letristas insignes de tres de las canciones que Gainsbourg susurra elegantemente. “Decidimos contactar con Jarvis Cocker porque nos interesa que en nuestros trabajos aparezca alguna voz más grave que la que tenemos tanto Nicolas como yo. Desde que vive en París, con Jarvis nos vemos de vez en cuando. Le propusimos que escribiera la letra de una canción y una tarde se pasó por nuestro estudio, la escribió y la grabamos”. Estamos hablando de “Hell of a party”, tema en que Cocker recuerda una fiesta desde los momentos nada placenteros de la resaca. ¿Broma autobiográfica? ¿Ficción irónica? Con un aire ensoñador, los teclados de Dunckel y Godin acompañan el acento respingón del ex Pulp mientras recoge las migajas de la noche anterior y se dispone a descansar. Tanto al principio como en los momentos de impasse entre estribillo y letra nos llaman la atención dos instrumentos en un principio difíciles de ubicar. Después de preguntárselo, Dunckel nos explica que se trata del koto, una especie de arpa japonesa, y el samisén, ese instrumento de tres cuerdas parecido al banjo que los cinéfilos han visto tocar tantas veces a las geishas de "El imperio de los sentidos" (Nagisa Oshima, 1978) mientras observan, sorprendidas o angustiadas, la ninfomanía de los protagonistas. “Empecé a tocar estos instrumentos después de componer ‘Alone in Kyoto’ para "Lost in translation": las sonoridades que son capaces de producir son muy diferentes de las que estamos acostumbrados”, nos cuenta Nicolas Godin, que a continuación admite que la inclusión de estos elementos no responde a ninguna cuestión virtuosa, sino a la integración de nuevos sonidos, simples pero resultones, a la amplia gama de teclados y percusiones habituales en el grupo. “A veces consigues mucha más satisfacción haciendo cosas sencillas, integrando en tu sonido toda una serie de armonías y escalas poco habituales en la música occidental, que es lo que he intentado tocando el koto y el samisén en algunas canciones”. La aparición de Neil Hannon en “Somewhere between waking and sleeping” es el último de los puentes con el disco de Charlotte Gainsbourg. “La canción que canta Neil la había escrito para Charlotte, pero ella la rechazó. Entonces nos propuso grabarla con algunas variaciones y nosotros aceptamos”. Contrariamente a las expectativas, la colaboración del frontman de Divine Comedy es una de las muestras menos inspiradas de Pocket symphony, que empieza muy bien con la instrumental “Space maker” y decae un poco a partir de la mitad (“Photograph”). Aunque cuente con algunos momentos de intermitencia brillante (“Napalm love”, “Mer du Japon”), Pocket symphony no llega a la extraña magia de "Moon safari" (Astralwerks, 98) o la banda sonora de "The suicide virgins" (Astralwerks, 00). No nos encontramos tampoco en el bache de "10.000 hz legend" (Astralwerks, 01), con esas composiciones retorcidas y Beck intentando evitar el naufragio: el disco se escucha agradablemente, y quizá las piezas medianas se resientan de la ausencia de hits de la talla de “Sexy boy” o “Playground love”. “Nosotros queremos conseguir que la gente, con nuestra música, se evada. Queremos curar la velocidad del mundo actual con piezas reposadas y espaciosas, que no saturen aún más el ambiente. Si con nuestras canciones conseguimos que el oyente se sienta un poco más feliz ya nos damos por satisfechos”.

"I'm a little boy, you're a little girl, once upon a time" versus "Naïve comme une toile du Nierdoi Sseaurou"

Cabe reconocer que las intenciones son buenas –casi altruistas, añadiríamos: ¿será “Once upon a time”, la canción que han escogido como primer single, el nuevo Prozac para los insatisfechos? “’Once upon a time’ ya cuenta con su propia historia. En un principio la compusimos para la última película de Sofia Coppola, Marie Antoinette, pero cuando montó la película decidió utilizar más fragmentos de la banda sonora que escribió Dustin O’Halloran [Dévics]. Es una canción especial, con toda una serie de percusiones tribales de fondo a cargo de Tony Allen, miembro de Africa 70, banda de Fela Kuti, entre finales de los 60 y 1978”. Aquí sí que estamos de acuerdo: con muy buen olfato comercial, Air han optado por la mejor de las cartas de presentación posibles, un tema reposado y con mucho gancho que cuenta con una letra que habla de la posibilidad de eliminar el tiempo y volver a nuestra infancia, hecho que cuadra perfectamente con el carácter aniñado y melancólico de la Marie Antoniette interpretada –o vivida– a la perfección por Kirsten Dunst. “Los sueños son muy importantes, en nuestra música. Cuando escribimos canciones nos sentimos igual de relajados que cuando soñamos". En "Pocket symphony" tienen una especial importancia dos elementos: la noche y el sueño. Así como la noche puede ser el espacio para la fiesta –como en ‘Hell of a party’– o para enamorarse –como pasa en ‘Left bank’–, también es el momento en que el cuerpo y la mente se liberan mediante la acción de dormir, que es muy importante, y que puede sugerirnos canciones como ‘Redhead girl’. Estos dos conceptos son arropados por la particular mezcla de modernidad y clasicismo de los Air, que en este caso –en la opinión de Godin y Dunckel– se decantan por mirar hacia delante: “A partir de este disco ya no tiene sentido colgarnos la etiqueta de retrofuturismo. Nuestro nuevo sonido ya no mira hacia el pasado, sino hacia el mañana: es una cosa nueva”. Sin embargo, quizá la muestra más clara de la ucronía de la propuesta de los franceses la podamos constatar en el diseño encargado al artista contemporáneo Xavier Veilhan, que, como ellos –aunque ahora lo nieguen–, se siente atraído tanto por las últimas tecnologías como por la herencia clásica, que nunca debería obviarse.



Publicat a Mondosonoro (març del 2007)

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada